La mañana del sol

Anoche tuve un sueño.
Estaba encerrado en una esfera de cristal mientras una arena suave, cremosa y brillante me abrazaba los pies a medida que se iba diluyendo y desapareciendo de forma misteriosa.
El bus de la mañana no le hace remedo. Sigo encerrado, pero esta vez por una manada de zombies pre históricos, inmersa su idiotez en exprimirle gotas de emoción y significado a sus teléfonos celulares.
La vida es un absurdo. No es más que un accidente interestelar aplacado por una sopa de pánico y entendimiento. Quizás el sexo sea la bendición, reminiscencia salvaje del amor soberano. Aunque al igual, es una trampa interpuesta ahí por la genética del momento.
El sol de la mañana nos sigue con su candor y sin embargo (¿más?), una nube de odio y recelo intenta opacar su canto de alegría. El odio y recelo de los zombies que nunca aprendieron a ser hombres. Sigo con ellos su camino y su caminar. Nadie sabe para donde va. Nadie sabe del porqué existe. Nadie es capaz de detener el paso y preguntarse a donde putas nos llevan. Gritar extasiado, que es esta burla infame del presente, que nos sumerge y aplasta en estas palabras sordas, en este puto mundo ciego, en este sentir del infierno.
Cierro los ojos y despierto.
Prendo el computador, y me pongo a trabajar.