Diacronía

Y si me miro profundo al espejo, no es porque quiera ahondar en mis líneas. No preciso reiterar la concepción certera de mi mismo. Ya bastante bien conozco mi geografía, mis ríos y mareas, mis vientos y climas, mis poemas.
Por el contrario, quiero saber más sobre el exterior invisible. Una cosa es mirar el mundo a través de nuestros ojos llenos de filtros de colores y velos inocentes, otra es mirarlo en vez por el minúsculo orificio que presumen los espejos muertos. Esencialmente, porque esta última realidad nos incluye. Estamos ahí presentes, como actores de un mundo que no nos pertenece y nos disculpa. Estamos ahí sin querer serlo, sin querer venderlo, sin querer hablar de ello.
Y me fundo en estudiar esta realidad que es ante todo, aparente. Quiero esculcarla. Quiero escarbar en sus luces, sombras y volúmenes esa, su certeza, su autenticidad, evidencia clara de su fatuta esencia y existencia.
¿Será? ¿Es?
¿Cómo sabemos que la realidad de los espejos es en verdad la forma inequívoca de nuestra constancia fuerte? ¿Somos quienes nos vemos? ¿Nos vemos los que nos encontramos? ¿Encontramos lo que queremos?
Y entonces espero con la atención densa. Mi mirada fija al viento inefable que surca la película que se va mostrando en la superficie lisa. Mis oídos y demás sentidos clavados de este otro lado. Intento, en un paralelo inequívoco, comparar segundo a segundo lo que veo a través del espejo contra lo que mis demás sentidos delatan sucede realmente.
¿Qué pasaría si entre ambos presentes se llega a generar alguna inconsistencia insana? ¿Si de repente la luz del estallido llega antes o después que su sonido, si de mi boca se pronuncian voces que escucho increíblemente a destiempo, si los vasos caen y se destrozan en el suelo duro reflejo y en mis manos no se rompen?
No sucede. Nada cambia. Son dos sincronías perfectas que no intercambian el menor pulso de incompensación.
Y profundizo sigo en el verde crónico de mis ojos solos. ¿Acaso tú, personaje inmóvil de mi apariencia cierta, siente lo mismo que late mi corazón absurdo? ¿Qué sonidos te abrigan en el frío incierto de tu vivencia inerte?
Guardo silencio interno. Detengo mis pensamientos. Sostengo la voz presente.
De repente me pierdo en el viaje eterno de la luz profunda. ¿Quién es quién? ¿Sigo siendo yo acaso, o me he adentrado en mi reflejo y él en consecuencia inversa, sostiene ahora mi propio universo? ¿Cómo hago para saber si lo que veo a través del espejo sigue siendo este plano paralelo, o es ahora la ventana cierta a la verdad conciencia? ¿Habré quedado atrapado en otro irreal firmamento, y será mi existencia alternativa la dueña ahora de mi mundo, mi piel, mi gato, mi mujer, mi ser?
No lo puedo descifrar. No tengo puntos de comparación o conciencia plena de lo que acaba de suceder. Y al final concluyo, no importa. Porque mundo, piel, gato, mujer, ser, también existen plenos a este otro lado del viento.
Antes de apartarme del espejo ante tal posible acontecimiento, miro por última vez mi reflejo. Me responde con una pícara sonrisa, como si él supiera lo que no es cierto. ¿O soy yo acaso, quién se está sonriendo?