Por eso, cuando el incauto oficinista en un intento valiente de perseguir el camino que le gritaba felicidad le tocó el pubis de manera incauta y onerosa, ella simplemente estalló en cólera. No reaccionó en seguida, se tomó un segundo de gloria para reservar el placer suculento de quien atrapa una presa en su trampa inefable. Un segundo eterno que le serviría de pretexto para horas más tarde encerrada en la oscuridad de su sala a espaldas de su esposo durmiendo y debajo de sus hijos soñando, masturbarse con el empeño y la elocuencia de quien lo hace por primera vez. Un segundo en el que recapituló toda la rabia contenida en este mundo y la devolvió en forma de tantos gritos, tantas lágrimas, tantos golpes, insultos, arañazos y mordiscos, que el bus transmilenio donde iban todos tuvo que detener de repente su rutinaria marcha.
Con lo poco que le quedó de vida después de la paliza física que le propinaron los usuarios del transporte público y la paliza moral de su jefe al despedirlo y de su novia al echarlo a la calle, el oficinista llamado juan esteban intenta dormir ahora en la cárcel mientras que ella, llamada stella, intenta dormir al lado de su marido quien pregunta:
- dónde estabas
- en el estudio llorando, aún no me recupero por lo que pasó esta mañana
- dónde estabas
- en el estudio llorando, aún no me recupero por lo que pasó esta mañana