Otro sol de la mañana

A veces el sol de la mañana que se cuela por las rendijas de mi corazón me encuentra llorando por vos. No solo por vos, sino por todo: por la muerte, por los geranios tristes, por el desconsuelo de mi razón. Siento como si dios se parara en un balcón imaginario y dejara caer sobre mi manotadas y baldes y bultos y volquetadas  de tierra. Una tierra negra y espesa que me carcome la sonrisa y me hunde zombie en el profundo resentimiento del desespero.
No tengo a nadie. Caigo y caigo y no encuentro la mano que ha de salvarme. Ni siquiera el demonio falaz, al que le hablo y le escribo, puede sostener su carrasposa e inmunda pezuña para sostener mi dolor.