Pánico

Tengo miedo.
Pero no ese miedo flash, rápido, fulminante, que uno siente como cuando lo van a robar, o a despedir del trabajo, no. Es más bien un miedo de siempre. Un miedo de saber y vivir el presente. Un miedo inconcluso pero certero, una constante apuesta a no querer ser, y peor aún, a no querer ser uno mismo.
No sabría identificar cuándo empezó, o si en verdad empezó o no, o simplemente ha hecho parte de mi genética más profunda durante quizás eternamente. No tengo idea del porqué está ahí, si soy sólo yo, si puedo formar acaso un grupo en facebook "yo también tengo miedo y me atemoriza saberlo", o si puedo mejor salir corriendo.
Y en estas noches oscuras, no porque obviamente las noches sean oscuras, lo cual sería algo reiterativo, sino porque la soledad de mi condición humana me sumerge en la ausencia más profunda, me pregunto... qué pretendo.
Qué es todo esto, de dónde viene esa innombrable e inexplicable avalancha de olores, amores, sentimientos, que son finalmente uno mismo. Y qué un día por la mañana te llevan a correr de un sólo envión doce kilómetros, porque quieres emular a la mujer que amas, y por la tarde te llevan a salir corriendo, pero no seguir corriendo corriendo, sino simplemente escapar hasta morir sonriendo. Y no volver a saber de nada ni de nadie, como decían elocuentes las mamas de mi generación perdida, y nadar sin suerte hasta la isla olvidada de la película el naufrago, y pasarme el resto de la vida hablando estupideces con un balón de fútbol, yo sé que era de voleybol, pero yo quiero que sea de fútbol porque odio el puto fútbol, y si voy a pasar la eternidad ahogado en los insulsos diálogos de un perdido, aunque sea que sea con alguien que pueda odiar hasta perderme.
Y aún así, sigo sin enterderte.
Y le pido a dios que me diga algo. Que si quiere me marque, me escriba un whatsapp, se prenda flamas en forma de un arbusto ardiente. Pero que por favor, hago algo para calmar estos deseos inconclusos de no tener miedo, de ser fuerte. De saber que sabor tiene la vida, que mirada me propina la muerte. Le pido a dios, que si ha de encontrarme por la calle, me llame por mi nombre y no me vaya a dejar a mi propia suerte. 
    

El pañuelo carmesí

Francisco era un hombre hermoso. Su insensata belleza parecía estar fuera de toda lógica universal, y sería mejor describirla a través de los límites impuestos al esplendor de ángeles y querubines, antes de ser dictada por cualquier patrón de lo que humanos y demonios consideramos un ser normal.
Su poder le fue certero aquella tarde de lluvia y temor en la que la novia de su hermano mayor desafió toda consecuencia natural, y en una explosión de atrevimientos, lágrimas y emoción, decidió enseñarle a aquel crío de doce años los pormenores del amor corporal. Fue tal la obsesión de aquella adolescente ilusionada, que un año más tarde cuando aún seguían haciendo el amor entre las maletas olvidadas del ático, ella le propuso entregarle la fortuna de su familia, la fuerza de su corazón, y hasta la vida de su perro, con tal de tener por siempre y para siempre la cándida sonrisa de aquel bello niño. Y aunque él no tenía ni la más mínima idea de como negociar en las ruletas del amor trascendental, de su alma intrínseca explotó un "no" tan profundo, que meses más tarde tendría que ser testigo del funeral atónito de la extraviada madre de su propio hijo, que no soportó la presión de cargar en su vientre el producto de tan inhumano acto.
De ahí en adelante, el ardor de su cuerpo fue explotando como una cordillera emergente entre el temblor y el ruido de la fogosidad de sus volcanes. Nunca tuvo que buscar quien quisiera entregarle su sexo. Le brotaba en cada esquina, en cada fiesta, en cada pasillo, en cada suspiro y momento. Mujeres y hombres, se apostillaban todos bajo sus pies, y él, simplemente los usaba uno a uno, a veces todos al tiempo, para abrirle la puerta a esa lujuria sin freno que dominaba su pensamiento.
Sin embargo, irremediable e incuestionable mente, su corazón parecía estarse sumergiendo en la próxima era glacial. Con el pasar de los años, sus sentimientos se iban deslizando a través de una cascada vacía y sorda, que no atendía ni a las declaraciones de amor que le llegaban en forma de dinero, cartas, promesas y sombras, ni a los llorosos ojos de sus enamorados pusilánimes que lo veían partir indiferente luego de cada ronda.
Para él el amor no era más que un pretexto. Un palabra insulsa en los cuentos que desechaba sin lamento. Un grito desesperado de las almas sin sustento.

Así y sin embargo, una mañana cualquiera de un viernes sin nombre, encontró una mirada que no pudo descifrar. Unos ojos excesivamente tranquilos ante la tormenta elocuente que significaba su presencia. Incluso, parecían cargar una pena y dolor ajenos, que contrastaban en diámetro al deseo y fulgor que generalmente desencadenaba su mirada. Y sin saber cómo y en qué momento, quedó plantado y pasmado en la ignorancia fatal, hasta que lo absurdo de su atónito encierro lo llevó a recapitular por fin algún movimiento.
Lo más extraño y confuso, fue que días más tarde habría de tener un encuentro similar con su doctora de turno. Sólo el peso de las palabras pudo abstraerlo de la ausencia de sentimiento que le originó dicho descubrimiento. "Cáncer testicular señor gómez, la situación es irremediable..."
Nunca supo que provocó ese llanto necio que apareció en el verde de su alma desnuda, si la inminente ruina de su destino, o el hecho que el dolor en la mirada de su doctora de turno tuviera la misma ausencia de esperanza de aquella desconocida que marcó su eterno nombre.
Y sin mayor preámbulo, una mano blanca inmaculada le extendió un suave pañuelo carmesí para que depositará allí su ánima. Era la extraña desconocida, que esta vez sonrió, y que parecía estar esperándolo a la salida del consultorio de la doctora de turno.

De ahí en adelante fueron inseparables. Se veían en cualquier momento y conversaban hasta el amanecer. Él recordando sus inútiles conquistas, enumerando la inquietud de sus orgasmos, burlándose de la insensatez del querer humano. Ella narrando unas historias carentes de toda lógica, escondidas en los anaqueles de la imaginación y que nunca hablaban de sus temores o sus deseos. Siempre de extraños sin procedencia, absortos en la infinidad del tiempo y el espacio, sin vínculo aparente a su presencia.
Él se iba ahogando en su enfermedad y en la ternura con que aquella hermosa mujer le acariciaba el pelo. Ella, siempre inmune a las certeras flechas que le lanzaban los ojos desesperados de aquel agonizante ángel.

Finalmente el dolor de su cuerpo hizo que su corazón pronunciara las palabras que sus labios jamás habían podido tocar. En un "te amo" silencioso pero elocuente, Francisco descubrió que su belleza ya decadente, no era nada ante estas gotas de lluvia que sentía caer en su alma, en este estallido de júbilo que apaciguaba la agonía de su físico, en este sol que iluminaba aquel oscuro recuerdo de lo que jamas fue y ahora dejaba de ser para siempre.

La muerte le ayudo a ponerse de pie, tomándolo con su suave y blanca mano. Juntos se fueron alegres caminando, mientras el mundo entero alrededor de su cama empezaba un remolino de gritos, llantos y ausencias.

Se fueron a hacer el amor allá en un lugar que nadie recuerda. Él por fin completamente lleno en el sentimiento entero, la muerte, preguntándose que era aquel salpullido que le empezaba a brotar en el lado izquierdo de su inmaculado pecho.


Saben...

Saben, tengo que confesarles una cosa.
Yo hablo solo.
Bueno, esteeee, no sólo hablo solo, de cuando en vez también me saco los mocos. Y pues claro, eso poco importa.
Y pues si, ya que estamos en las minucias, no sólo hablo solo, me saco los mocos, sino que también durante los insomios delirantes me masturbo sin consideración por la monita del 503. En serio, está muy buena. Y eso si que es relevante mijo!
Pero bien, el problema no es que hable solo, porque a la larga me imagino que todo el mundo de una forma u otra lo hace. El rollo es que me mando unas discusiones de un subido, y lo hago de tal manera, que pues claro, ya creo que me tienen en la mira los loqueros de turnos. Es que es eso, no hablo solo, DISCUTO solo, y ese es el mierdero.
Por ejemplo me mando en lanza y ristre contra el imbécil que se le ocurrió la brillante frase, todos los caminos conducen a roma.
Marica que tonto, cuáles todos los caminos conducen a roma. A roma el barrio del sur, será, y ni por esas. Si cojo cualquier camino y los hay muchos, seguro termino en villeta, suesca o güalanday... y ni por el putas en roma. Marica si eso es en otro continente.
Y cuando menos, de repente del lado oscuro de la luna me sale el comentario que no sea superficial, que es una frase en sentido figurado usada en el antiguo imperio romano que se utiliza hoy en día para significar las infinitas y distintas posibilidades de lograr un mismo objetivo de maneras desiguales. Y yo que no, que me importa un escúalido, que el único imperio era el de Darth Vader, y que él no necesitaba llegar a roma, porque quién quiere llegar a roma si se está comiendo a Natalie Portman, y qué si hombre, qué si, que si quiere use el pinche celularito ese para guglear el tema.
O si no, y a pleno grito y en plena marcha, que no será que a superman se le pára.
"¿Se le pára qué perdón?" dice el oscuro.
Pues el pipí huevón, el pipí. La verga, el miembro, el dedo sin uña. El pipí.... o mejor será. El super pipí. Porque si es superman, pues tiene superpipí. O es que me va a decir que es que en kripton los niños salián de los huevos, o aparecían por ahí espontáneamente o qué.
Y claro, el oscuro intenta callarme ajustando que no sea así, que el nuevo mito de los súper héroes ha llegado para darle a la sociedad un piso psicológico que le permita lidiar con la cotidianidad de manera aparente, y sin menor daño alguno, que no tengo porque empañar dicha visión con las vulgaridades de paso.
Y yo que por qué no. Si ese man... o mejor super man, con ese vestidito todo ajustado debe sentir hasta el más mínimo roce cuando vuela. Además con su súper olfato, debe ser capaz de identificar a las hembras en celo a kilómetros o millas a la redonda, y atravesar con sus rayos x todos los vestidos, bluyines, faldas.... marica, se imagina?? La súper verga súper parada todo el puto día.
O qué tal, yo alegando que el divino niño debió haber sido un niño muy solo. Quién putas va a querer jugar a las escondidas con un chinito que claramente tiene la facultad de saber en que punto y hora está puesto cada compañerito. O de pronto no, de pronto los amiguitos lo quieren mucho porque se imagina, un equipo de renacuajos jugando futbol con el divino niño de arquero?? Marica, putamente invencible. Ni por más radamel james pele armando guarín que tengan los contrarios. Nadie le mete un gol al divino niño.
Y este man se coje la cabeza, o yo me cojo la cabeza... Ni sé quién se coje la cabeza, el hecho es que grito, lloro, me manoteo, alego....
Y la gente tiende a notar esas cosas, y hablan y me miran y señalan, y me ríen... y yo no sé que pensar o hacer.
Así como lo hacen ustedes en este momento, con esos mismos ojos. Y yo me quedo sin que hacer, sino solo salir corriendo.
Señor, ¿me deja en la esquina por favor?

Qué pretendes...

No sé que pretendes con tu silencio.
Si a la tortura de la ausencia de tus besos, quieres añadir ahora el flagelo del destierro de tus palabras, no me queda más camino que sentarme a esperar que los nubarrones negros del cielo se posen ahora sobre mi cama, a que la muerte me gane las llaves de mi encierro en un juego de naipes, y a que se marchiten temblorosos los azules astros del poéma de neruda.
El porqué insistes en negar éste amor pleno y relleno que desafía toda lógica, es para mi un misterio tan profundo como el nacimiento de aquellas florecitas tenues al borde de la autopista asesina, o la mirada comprensiva de los muñecos de nieve, o el vaivén oneroso de la cama de los enamorados.
Sólo pretenderé por un momento, que tu hermetismo irreverente obedece a la alineación inadecuada de las galaxias planas, o a la mala lectura que sin embargo he hecho de las runas del i ching.
Lo que nunca aceptaré, es que tú al igual que yo, has dejado de amarme.