Un día

Un día desperté y encontré que mi amor por tí había muerto. Lo dejaste olvidado en nuestro bar, entre mis sonrisas, tus besos y nuestras copas de vino. Muchas veces logré alimentarlo con la ternura de mis palabras, con el aliento de mi esperanza y con la fuerza de mi voz. Sin embargo, los amores no necesitan de uno para sobrevivir, necesitan de dos.
A veces en las tardes de domingo le nacían unas pequeñas hojas verdes naranja, cuando como por accidente algún hermoso pensamiento tuyo llegaba hasta sus ramas. Pero el verano despiadado de tus miedos finalmente logró marchitar sus entrañas.
Entre las hojas resecas de su recuerdo recojo el inigualable sabor de tus labios, y lo guardo entre aquel viejo libro de poemas que prometí escribirte, para poderlo mirar a través de mis lágrimas, olerlo entre mis párpados, y saberlo lejano, liviano e infrecuente.
Con algo de rabia y con la sonrisa del futuro cierto, cierro detrás de mí el viejo libro de poémas que algún día prometí escribirte, y me olvido de tí, de tu pelo sudoroso en mi cuerpo, de tus besos libres al viento, de tu nombre.... de tus despiadados sueños.