mayo 7

Hay días que no tienen sombra. Y no hablo de las tardes inclementes en que la lluvia sóla nos somete y arrincona hasta hacernos sentir el poder de nuestra propia agonía. Hablo de las noches suaves en las que el teléfono no suena y el tiempo se pasa sin más palabras que las uñas de mi gato y el recuerdo lejano de mi voz. Hablo de los desayunos sin huevo y las fotografías que me sonríen desde un pasado que parece de mentiras, y de las calles desconocidas llenas de edificios conocidos y del cielo lleno de cometas perdidas porque no tienen destino al cual llegar.
Hablo de lo que no quiero hablar y lloro las lágrimas que me han de acompañar, porque esta vida (que también parece de mentiras) no es más que un remedo de sonrisa en un rostro lleno de dolor.