Qué pretendes...

No sé que pretendes con tu silencio.
Si a la tortura de la ausencia de tus besos, quieres añadir ahora el flagelo del destierro de tus palabras, no me queda más camino que sentarme a esperar que los nubarrones negros del cielo se posen ahora sobre mi cama, a que la muerte me gane las llaves de mi encierro en un juego de naipes, y a que se marchiten temblorosos los azules astros del poéma de neruda.
El porqué insistes en negar éste amor pleno y relleno que desafía toda lógica, es para mi un misterio tan profundo como el nacimiento de aquellas florecitas tenues al borde de la autopista asesina, o la mirada comprensiva de los muñecos de nieve, o el vaivén oneroso de la cama de los enamorados.
Sólo pretenderé por un momento, que tu hermetismo irreverente obedece a la alineación inadecuada de las galaxias planas, o a la mala lectura que sin embargo he hecho de las runas del i ching.
Lo que nunca aceptaré, es que tú al igual que yo, has dejado de amarme.